Somos en América del Sur el país al que se le otorgaron mas Premios Nobel. No recibimos de Literatura, como Chile (y que cuenta con dos: Neruda y Gabriela Mistral) pero si se nos dio el honor de recibir tres en ciencias: Houssay, Leloir y César Milstein, y hoy nos ocuparemos de nuestro ultimo premio nobel, el del año 1984, un verdadero emblema. César Milstein nació el 8 de octubre de 1927, en Bahía Blanca, y fue un típico hijo de nuestra inmigración ya que su padre, don Lázaro Milstein, era un ruso que había llegado a la Argentina en 1913, que se ganaba la vida como viajante y que quería que sus hijos estudiaran. César era el del medio de tres hermanos varones y su padre solía describirlo así: “era un chico travieso, un poquito rebelde y muy inteligente”. Su madre: una docente de alma y fue ella precisamente la que un día, cuando él contaba con tan solo trece años, le regalo un libro: “Los cazadores de microbios”, de Paul de Kruif y Milstein reconocería que leerlo fue un antes y un después en la definición de su vocación. Libro que contiene biografías de célebres microbiólogos como Koch y Pasteur. Estudió en la UBA donde se recibió y doctoró en química y fue nombrado en el Instituto Malbrán a cargo de la jefatura de Biología Molecular. Pero como en Argentina nada es seguro llegó el golpe que derrotó a Frondizi, y siendo José María Guido presidente, comenzaron los despidos y presiones y él no soportó que echaran a algunos de los miembros de su equipo y renunció en 1963. No aceptó el atropello, tampoco la injusticia ni el maltrato y se fue del país para continuar su investigación en Gran Bretaña. Fred Sanger lo invitó entonces a Cambridge a sumarse a su equipo, y allí se avocó a la investigación en inmunología y al descubrimiento y producción de los anticuerpos monoclonales y que fueron revolucionarios en el tratamiento del cáncer. Por ello él, Georges Köhler y Niels Jerne fueron premiados con el Nobel de Medicina del año 1984 y aquello fue noticia recibida con gran orgullo en nuestro país. Seguramente tendremos algún otro Premio Nobel algún día, confío que sí, pero solo será a base y producto de una educación recuperada en todos los frentes, y aunque parezca hoy un imposible, yo pienso que no lo es, pues elijo creer. Sueño con que el profesor Jaim Etcheverry no tenga que escribir un nuevo libro como el titulado “La tragedia educativa” y sí uno nuevo que lleve por ej. el título de “El milagro educativo argentino” ya que ¡solo con educación saldremos adelante! Y conseguiremos no uno sino varios Premios Nobel más. Decía sabiamente César Milstein: “gran parte de una persona es su educación” y el título de una de sus últimas conferencias fue “la curiosidad como fuente de riqueza”, con sus tres herramientas indispensables según el: “la pasión, la ilusión y la plena dedicación”. ¡Qué afortunados seríamos como país si los jóvenes argentinos de hoy poseyeran o detentaran (aunque mas no fuera un poquitito o una pequeña fracción) del pensamiento, el sentir y el hacer de este gran argentino, que no fue profeta en su tierra, pero que fue nuestro último Premio Nobel, el del ’84, y que se llamó César Milstein! Falleció en Gran Bretaña en octubre del año 2002.
Juan L. Marcotullio
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